También
me acuerdo de la noche estirada por el humo que salía de tus dedos,
tu
mascabado cuerpo disolviéndose en el tiempo.
En
idiomas te recuerdo. Un bloffing
maestro.
Tengo
la espalda ataladrada de hubieras. Tengo desavenencias ficticias
por
haber agujereado a nuestros hijos, la casa, el auto y al perro.
Tengo
gruñidos intermitentes por las confesiones que redacté en la comisura de tus
labios y que mientras dormíamos decidiste borrar girando girando y girándote.
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