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lunes, 8 de septiembre de 2014




















Desenterrarme
que los gusanos coman las entrañas de mi memoria
Indulgencias porque llevo  a los muertos 
en las uñas de los dedos.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Goteos


Escucho un goteo y me confunde
No sé exactamente de qué adentro viene,
Se calló 
¿sabrá que lo escuché?

Un goteo puede tener muchos significados
¿y dos?  ¿y tres? pero ¿uno solo?
Del árabe “qatr”; destilación
Pero el goteo es unicidad ¿me sugiere una destilación a capela?
...Es difícil entenderlos.

Allá en la azotea, en la perrera, en el firmamento grisáceo u ocre que implora que se apague con ésta lluvia el excedente raciocinio para cederme paso a mí
a la que no sabe nunca nada y es feliz con ésa verdad,
a la que los relojes le parecen una burla: vivir controlado la prisa
a la que se guarda nudos que diga nidos de avispas en la garganta que le pican, le hinchan, habla, se desinflaman y recapacita,
a la que le resulta imposible adorar a un solo extraordinario;  
intelecto y corazón de departamento,
a la que la vida le sonríe con sus dientes postizos y la invitación voluntariamente a fuerzas a volver a lo básico para convertirse en la latente rebelde con causa que lleva mordiéndole la carne, los huesos y la masa encefálica cobre muerte y vida.

Escucho la soledad del agua.

La lluvia decidió jugar a convertirse en segundo plano,
La lluvia cedió,
la lluvia no es mala,
la lluvia es y quiere ser todo menos notada.

Carga una paradoja, se le escabullen goteos individualistas, truenos y relámpagos como vínculos sensoriales, como animales mutados, rechazados, congregados a las celebraciones de libertad y gloria que convoca.

La lluvia jamás ha querido ser tsunami.
Sabe de sus alter egos con bajezas soberbias y le apena, le apena de sobremanera.
Por ello, escuchar goteos es un regalo intimista, es el erotismo de la bienaventurada catarsis que vive en pausa dentro de cada uno de nosotros.

Vuelve a escucharse,
goteo brutal y honesto
¿a quién me pertenece?